El
contexto es esta vez la mitología griega, en concreto el ojo que los hados
(también llamadas parcas o moiras) compartían, y que permitía ver el destino. Un
objeto cuya pista se halla en un escudo que perteneció a Perseo, y que
siguiendo en la tradición clásica llevará a Indy y su ayudante a Creta (con
encuentro incluido con el Minotauro), Delfos o el monte Olimpo. Igualmente, por
extraño que pueda resultar, tendremos la opción de acabar en Hokkaido, lugar en
el que habría podido acabar un objeto de la Grecia clásica.
La
trama destaca por la cantidad de adversarios a los que hacer frente, desde
antiguos aliados convertidos en enemigos como el profesor Michi a monjes
alemanes al servicio de Hitler, o un tal Claude Belloq que resulta ser hermano
de René... E igualmente, no faltarán criaturas marinas, reptantes o voladoras,
como arañas, serpientes, murciélagos, pulpos o cangrejos gigantes. Pero en
medio de todo esto, tal vez el aspecto más destacado es que el ojo del título,
puede resultar, según el camino tomado, desde un diamante al propio sol, tres
objetos distintos, o un mito sin ninguna realidad detrás.
Una buena aventura del arqueólogo más famoso de la ficción, que tan solo queda algo frustrada por esa constante en la serie de ejercer siempre de ayudante del protagonista, cuando lo que cualquier lector desearía es encarnar de verdad al propio Indiana Jones.

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